domingo, 26 de enero de 2014

Ariel F.Clemente



LOS DOSCIENTOS VERSOS OSCUROS DE CLOUVIER DE BOUYON
Capitulo 1
 Buscando el camino a Pere-Lachaise

-Clouvier de Bouyon transita solo entre las lapidas del cementerio de Pere-Lachaise, Paris.-
Que tenebrosa es el alma del abrumado por su deuda con el destino, es víctima de sus propios prejuicios en su conciencia, y a su vez, es ahogado por la persistencia y tenacidad de los acreedores, que carentes de misericordia, son heraldos de la fría e implacable justicia, y en estos tiempos en plena era del terror en Paris, se ha suplantado al verdugo, por la auto conmiseración del alma atormentada.
Camino solo por las calles del cementerio de Pere-Lachaise, aquí me siento seguro, me puedo relajar del histrionismo de la ciudad, carente de pasividad y llena de su opulento vigor desenfrenado, mientras tanto, con los antepasados de Paris me siento cobijado, aquí nadie te juzga, nadie exige, ya pasaron sus tiempos de egoísmos y en su simple descanso, se constituyen en perfectos cómplices para el alma afligida, es reconfortante poner rodilla en tierra delante de sus efigies y confesar ante ellas, mis más profundas concupiscencias, reposar en los bancos de los sepulcros y proyectar los deseos del corazón solitario, ante los mármoles eternos, me inspiran nuevas fuerzas, con su parsimonioso silencio, como centinela de mi perturbada alma.
-el solitario personaje trastabilla y cae.-
El aromático profundo opio, se arrastra entre la niebla para arrebatar el alma que cedió ante sus virtudes, virtudes de escapismo ocioso, y en su intranquilo vaivén de alucinaciones,
vuelve a arrebatar de la realidad, a su presa. Despertar del sueño inducido, entre las acequias y sumido en el aroma del residuo y la mezcalina, se incorpora, el individuo que en otro tiempo, abrazaba la esperanza inocente del ingenuo, pero olvidando su origen, vaga entre callejones, sin nunca encontrar su hogar añorado, y no justamente es mi casa en las terrazas de Lafayette, allí se cómo llegar, a pesar de mi estado lamentable.
Rué Lafayette, París .en un posible 1871 bajo el segundo imperio napoleónico, en que los jacobinos dominan las calles en plena confusión por la guerra.
Las escalinatas, circular ascendentes, vuelven a inducir en mi cabeza los hábitos del vicio, y en los salones observo que la horda de amigos y compañeros de vida, continúan perdiendo su vigor con prostitutas, ron, mezcalina y lo peor, observando en sus tenebrosos deseos, la plena aceptación del fin de sus tiempos y dando lugar a la decadencia, la vulgaridad de la cual confieso, soy cómplice absoluto. Las fuentes de frutas descompuestas no obedecen al orden establecido como en el principio, y sus restos yacen entre los comensales y el mobiliario, que unidos como en un amalgama, reposan de la enardecedora pasión y lujuria; allí, el joven Monet, aun respira, mientras una dama de la vida, hurga entre los restos del festín en busca de su paga, como el buitre entre la carroña, quien al momento de satisfacer su demanda emprende vuelo lento y silencio a quien sabe dónde.
Yo, siendo el anfitrión, me amparo en el rincón vacío, a pesar del arrebato de la histeria insaciable y aun no satisfecha la cual alejo de mi con un fuerte golpe, y luego perdiendo el conocimiento rindo mis sentidos a la inconciencia de los sueños.
Toulouse- mi amigo, despierte, pero semejante fiesta a organizado aquí, y no me ha invitado, vamos despierte.
Socio de oficio y de lo único que nos mantiene los pies en tierra firme, Monsieur Lautrec, pintor y grabador como un servidor, llego tarde a la orgia, no porque no se le haya hecho parte sino que en su paranoia, se hace casi imposible ubicarle fuera de su atelier, espíritu jolgorioso, atrevido, Incansable dentro de un diminuto y, aun, poco agraciado cuerpo que busca por todo medio obviar su realidad.
Clouvier- bienvenido a mi fiesta, hermano, has traído alguna amiga contigo?
Toulouse-pues no clouvier, he venido para ver cómo ha estado después de la noticia de la muerte de tu padre, es que se mi hubiera enterado antes...
Clouvier- gracias mi amigo, ya no hace falta recordar a los muertos como si estuvieran vivos, ellos festejan a su manera en el hades y nosotros le devolvemos los honores recíprocamente, a nuestra manera, celebrando la vida de hoy, mañana... Quién sabe.
Toulouse- pues he venido a verte también por otras razones las cuales quería comentarte, y proponerte un negocio que si bien sale, tus deudas con el viejo Jackes quedaran en el olvido, pues alégrate, alégrate que todo no está teñido de sepia en nuestros ojos.
Clouvier- pues heraldo de buenas nuevas eres mi amigo, así que, cuando cambie mis ropas, y limpie mi cuerpo saldremos de aquí, y hablaremos de tu propuesta. 
 ISBN 978-987-33-1811-5 


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