martes, 15 de diciembre de 2015

Vicente Sáez Vachss




RELATO CORTO 2: 
«DE CUERPO Y ALMA»

     Detrás de las cortinas de la habitación, la noche de noviembre aparecía lívida. Sin tocar a Vampirella, Henry simuló por encima del cuerpo oculto por las mantas una larga caricia que iba desde los hombros de la durmiente hasta la punta de los dedos de los pies. La joven despertó con un estremecimiento, como una médium que sale del trance, apartó las sábanas y apareció desnuda, entre su larga cabellera negra, se desperezó y acarició maquinalmente sus senos. Después, sus manos descendieron hasta su vello púbico, en gesto de aparente pudor. Dándole la espalda, Henry se acercó al espejo que reflejaba la imagen de su amante, y sus manos, como las de un ciego que quieren identificar un objeto, comenzaron a deslizarse con lentitud por la superficie transparente.
La imagen de su amante se reflejaba a intervalos regulares, como un televisor mal sintonizado en el cual se ven dos imágenes fuera de registro. Asustado, volvió a levantar la vista para mirarla a los ojos, temiendo que hubiera desaparecido. Pero Vampirella seguía tumbada en el mismo lugar, y asintió con la cabeza.
De repente, Henry soltó una carcajada y volvió rápidamente al lado de la joven.
Antes de que Vampirella tuviera tiempo de preguntarle nada, de protestar o incluso de asentir, se colocó sobre ella. Sin una sola acaricia, dirigió su pene, que inmediatamente había reaccionado a su deseo, y entró en un cuerpo del cual sabía que, a partir de ese momento, se doblegaría a todas sus órdenes. Una bocanada de orgullo dilató su pecho. Era embriagador haber deshonrado a esta hematófaga que, en el fondo de su corazón, debía de creer que pertenecía a una raza superior. ¡Y su posesión sólo había empezado!
Hoy se había entregado, y seguramente estaba en plena ensoñación de amor y requeriría de él juramentos de una sumisión que sería él, por lo contrario, quien la exigiría de ella. Ignoraba que cada uno de sus gestos, que todas las posturas de su cuerpo, su impudor extraordinario ―dado su aparente puritanismo― habían constituido un espectáculo pornográfico para él.
¡Vlad Drăculea no debió de sentir mayor placer cuando, en cada ciudad conquistada, violaba, ante los ojos de su padre y de su prometido, a la hija del príncipe vencido!
Los ojos verdes de Vampirella se aclararon y de repente hundió los colmillos en su piel marfileña.
―¡Arg! ―gritó Henry removiéndose, desconcertado. Le ardía la garganta de la frustración que no podía liberar, le dolía el vientre y le escocía el sexo.
Vampirella hundió los colmillos cada vez más profundamente hasta notar que rozaba los huesos de la tráquea de su amante, que chillaba de dolor. «No puedo superarte ―pensó ella, enloquecida―, pero tú tampoco puede superarme a mí».
Para que la voluptuosidad sea pura y esté libre de sus escorias, que son los pensamientos y la evocación de otros objetos de placer, hay que poder dirigirla con mano firme como la de una experta jinete. Ésta es una ley que observan pocos humanos. Su insatisfacción congénita, nacida de la absurda creencia en el pecado de la carne, les sume, casi a su pesar, en extrañas confusiones, aunque afirman que ir contra la voluntad de Dios procura unos éxtasis desgarradores, y parecen excesivamente aficionados a sus infiernos.




*Homenaje a «Vampirella» creada por Forrest J. Ackerman para Warren Publishing y desarrollada por Archie Goodwin con los artistas Frank Frazetta, Tom Sutton, José Gonzáles y Zesas Álvarez.
*Ilustración «Lucio Parrillo»
http://www.lucioparrillo.com/

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