martes, 11 de abril de 2017

Silvia Balladares

 
                                                    Roja De-Menta
Roja De-Menta abrió sus enormes fauces en un gesto cruel, ante el aterrado y diminuto Lobo, que recién en ese momento comprendía su destino. Se veía más grande e imponente sin su disfraz de niña inocente y antiséptica, con la que sedujo a Lobo. -A Lobo le gustaban así-, por eso no le importó que Roja fuese 10 años mayor, -a Lobo, le gustaban así, experimentadas, y que tuviera el rostro de la abuela, avejentado. Aquello de niña indefensa era puro cuento oficial, Roja mentía sobre su edad impunemente, como muchas mujeres. Además, Lobo tenía tendencias sadomasoquistas, y aparte de imaginar otras cosas, era muy feliz encerrado en ese enorme frasco de vidrio blindado. Los dos eran un dulce acopio de anormalidades armónicamente juntas.
A Roja le encantaban las Ciencias Naturales y las practicaba, así, planeaba diseccionarlo vivo. En ese pequeño y obscuro cuarto, en una vitrina apolillada estaban ya en galería la abuelita, el cazador y el dueño del condominio de abuela, flotando en alcohol.
Mientras preparaba el instrumental, sonreía con esa boca dientona y asimétrica, algo inusual en ella, pues su rostro no transmitía emociones. No se dio cuenta que el recipiente asignado tenía en la tapa restos de polvo explosivo alienígena, que su hermano Capirote Azul, muy aficionado a mezclas extrañas, olvidó limpiar de algún experimento. ¡Ah!, si hubiesen recordado las enseñanzas de su madre, antes de haberlos abandonado para formar otro hogar disfuncional, con un príncipe ya divorciado de una tal Rapunzel.
El extracto espacial se activó con la baba que le caía, de puro gusto, pues disfrutaba extasiada el momento de abrir a sus víctimas. Ese insignificante detalle detonó la gran explosión que destruyó todo el laboratorio en la abandonada casucha. Mientras los restos salían desperdigados llevándose el alma inmortal de la De-Mente, por las leyes de la inercia y con bastante suerte, Lobo salió ileso del asunto, aunque amnésico y atolondrado. Al fondo, el sol del ocaso celebraba su recién adquirida libertad.

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